22/8/12

Y la victoria será nuestra


Demasiado saben los que la combaten, que la Religión católica solo muere en el deseo de los que nunca la verán morir.


"Antepongamos la libertad a la vida, y huiremos de servidumbre, que por no padecerla debemos menospreciar la muerte. Imitemos a los que con fatiga han conseguido fama y nobleza en los actos de virtud y valentía, que la hidalguía propia no se engendra en el vientre, ni se nace, ni se crece, se halla. Estemos constantes. Acordémonos de lo que le debemos a nuestra Religión y a nuestro Rey. Resistamos un breve rato la sed. Apreciemos la victoria, y la conseguiremos con la intervención de Dios y de su Madre Santísima, Reina de los Cielos".

"Nuestra virtud presente ha de hacer vana su multitud, porque esperaremos ver las maravillas de Dios en la soberbia de nuestros enemigos".

Del Pulgar

21/8/12

Guerra sin cuartel


Que los demasiadamente crédulos, se desengañen y se persuadan de una vez que el liberalismo siendo engendro del padre de la mentira, no puede vivir ni propagarse sino con la mentira. El liberalismo, como herejía de nuestros tiempos, reclama no paz sino guerra y guerra sin cuartel.


Y lo hemos combatido desde que Martín Putero, el patriarca del Liberalismo, proclamó la libertad contra Dios, y Voltaire lo sintetizara en estas tres palabras: "aplastemos al infame", y en el deseo de Diderot de ver "al último de los Reyes estrangulado con las tripas del último sacerdote", es decir, la destrucción de toda autoridad divina y humana. Como el gnosticismo en los primeros siglos, como el arrianismo, como el pelagianismo, como el jansenismo, el liberalismo, mote simpático al orgullo de la presente generación, no es mas que la divisa satánica con que hoy se encubre y disfraza la rebelión de siempre: la Guerra contra Dios.

Guerra pues al liberalismo y al liberal.

6/8/12

¡Viva la Religión!


“Los voluntarios demostraron aquí como en otras partes que eran soldados bien aguerridos y perfectamente disciplinados, que se batían con entusiasmo y sabiendo por qué se batían contra los liberales: ¡Viva la Religión! ¡Viva el Rey! Era ordinariamente el grito que lanzaban al cargar contra el enemigo.

Durante el combate, un soldado de los cazadores de Doña Blanca, anciano de mas de 60 años, situóse en mitad de la carretera, y extendiendo delante su manta de abrigo, sobre ella colocó su porción de cartuchos, e impávido disparaba sobre el enemigo que venía en avance.

- ¡Retírese Vd. de ahí! –le decían algunos- ¡a lugar mas cubierto! ¡no sea loco!

- ¡No! –contestaba él- yo soy viejo y no puedo correr hacia atrás ni hacia delante; aquí les aguardaré quemando mis cartuchos y matando a cuantos pueda.

Otro soldado, que herido en una pierna se retiraba cojeando, al sentir que nuevamente se recrudecía el ataque, dio doble derecha, exclamando:

- Voy a ver si me pegan en la otra pierna.

Un corneta de los guipuzcoanos, gravemente herido, murmuraba en la camilla en que le conducían, casi moribundo, hacia Andoain:

- Viva Carlos VII, viva Carlos VII…¡zaldiskoari, zaldiskoari! (¡al del caballo, al del caballo!; el oficial de a caballo era Loma, quien se había dirijido a sus tropas liberales con estas palabras: “soldados, todos los carlistas que ahí están no llegan a 3.000 hombres, es una vergüenza que con 12.000 hombres no podamos contra ellos”)."

Juan Nepomuceno de Orbe y Mariaca, IVº Marqués de Valdespina


"Así se luchaba por la Religión y por el Rey…Sí, ¡Viva la Religión!: la Religión alumbrando las conciencias, constituyendo las familias, inspirando las leyes, esclareciendo la ciencia, y sancionando la monarquía. Sí, ¡Viva el Rey!: el Rey que reina y gobierna, que estudia, corrige y comparte las penalidades de la Patria; que sostiene y aplica las leyes fundamentales; que pide y escucha al docto y experimentado dictamen de los Concejos; que congrega a las fuerzas vivas de la Patria en consulta sobre los hechos arduos y para que los tributos, como sudor de la patria, se derramen con la aquiescencia general y sean como benéfico rocío que fecundice los campos, reanime las calderas de la industria, pueble los mares, propague la cultura, arme las fronteras, castigue al malo, premie al bueno y, faro de seguro puerto y de eterna salvación, brille en las luces de los altares, en los cánticos del presbiterio y sobre los capiteles de nuestras torres en los amantes y redentores brazos de la Cruz."